Sólo el dar vueltas en la cama produciendo aquel ruido caracterÃstico, el denso humo y el cambio de pigmentación en la piel, dio lugar a que toda la familia se enterará hasta donde habÃa avanzado la situación, que con el dÃa de hoy suma una semana. El primer dÃa nadie le dio importancia; El gato en la mañana entró al cuarto, dio una vuelta por la cama, al salir al pasillo pareció resbalar quedando allà muerto. La señora Lesmilagia dijo que el gato murió de una indigestión producida por unos espaguetis con salsa de conejo al curri que comió. Al segundo dÃa vino el técnico que repara los ventiladores de techo. Al poner a funcionar el abanico de la alcoba, se despidió, al trasponer la puerta comenzó a gritar que no soportaba las chispas dentro de sus párpados. La señora Lesmilagia dijo que todo aquel que repara ventiladores debe usar lentes protectores para evitar la ceniza de los siglos que se adhieren a las aspas. Al tercer dÃa el pretendiente de Arpania, la hija de Lesmilagia, dijo que no esperaba más, que entrarÃa a pedir su mano. Dejando atrás el dormitorio su extremidad derecha parecÃa de cera; sus dedos se derretÃan regando por el piso sus huellas dactilares. La señora Lesmilagia dijo que los chamos no deben pedir la mano de su enamorada, con la misma mano con que le piden y toman otras cosas. Al cuarto dÃa el repartidor de periódicos insistió en llevar la prensa a la habitación. Luego de entregarla salió disparado a la calle sin entender y pidiendo disculpas, por el desparrame de tinta que producÃan los periódicos al quedar en blanco. La señora Lesmilagia dijo que las noticias no se llevan a lugares donde se producen. Al quinto dÃa la tele en el aposento comenzó a sudar sangre. La señora Lesmilagia dijo que era la saturación de tanta absurda violencia. El sexto dÃa era de elecciones. En el cuarto se habilitó una mesa electoral para que ella votara. Pero las elecciones fueron suspendidas por el suicidio de todos los candidatos. La señora Lesmilagia habló de una reforma electoral. Al séptimo dÃa toda la familia se habÃa tornado de un amarillo violáceo, producto del denso aire y el cimbreo de las sabanas que lentamente se escurrÃan hacia afuera del cuarto a través de la tenue rayita de luz entre la puerta y el piso. La señora Lesmilagia dijo en voz alta y grave que ya está bueno. Que no aguanta más esta vaina. Se levantó de la cama y se fue al baño a lavarse los dientes.
//alex
Cuento publicado el 25 de Agosto de 2019
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