No me provoques, Marianela. Cuentos cortos fantásticos


No me provoques, Marianela

Autor: Ambar

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Cuento publicado el 16 de Mayo de 2021


Estoy cansada. Harta de que todos piensen y me digan, a veces como lisonja y otras como defecto, que soy bruja. Será porque me gusta imaginar, soñar, divagar. Pero, ¿quién no lo hace en algún momento?
Marianela pone en evidencia esta cualidad mía, en cuanta oportunidad se le presenta, y en especial durante el transcurso de algún ágape familiar.

Sin ir más lejos, hace cosa de quince días, nos reunimos en la casa de esta insoportable Marianela para festejar las bodas de plata de unos tíos, y de paso, ponernos al día con las cuestiones familiares.
Estaba yo, precisamente charlando hasta por los codos con una sobrina, a quien no veía desde que se había graduado de maestra jardinera, y que ahora llegó a la reunión con tres críos chiquitos y uno por venir (en cualquier momento, creo, qué panza, Dios mío), cuando la conversación derivó casi sin darnos cuenta, en el sexo de su futuro bebé y de las ventajas que tienen en la vida las mujeres y los hombres, en determinadas actividades.
Allí fue cuando metió su divina cuchara la Marianela ésta que me irrita por demás, y sin haberla invitado a participar del diálogo, dice, muy suelta de cuerpo:
-Ella no puede con su genio cuando de adivinar se trata. Le encanta especular que si nena, que si varón, que si maestra, que si médico. ¡Tiene una imaginación, que si la dejan se pasa todo el día hablando! ¡jajaja! – y mirándome con sus ojitos de cacatúa, me dice – Tu secreto me tortura ¿cómo haces para adivinar las cosas?¡ Bruja! - y se aleja hacia otro grupo, feliz por haber sembrado su semilla de maldad del día de la fecha.

Debo haber pensado con demasiada vehemencia y con demasiado ahínco en lo que hacía mucho tiempo quería ver corporizado. Porque Marianela de pronto se quedó dura e inmóvil como una estatua y luego, a la vez que emitía unos horribles graznidos parecidos a la voz que tenía hasta hacía un par de minutos, se paró en el marco de la ventana agitando un par de alas que le habían crecido no sé cómo, y se alejó volando por encima de las copas de los árboles de la avenida del Libertador, hasta perderse entre medio de los edificios más altos.
Los que estábamos allí, en casa de la querida Marianela, o ex casa a estas alturas, nos miramos muy sorprendidos por lo que acabábamos de presenciar, y nadie pudo dar explicación alguna a este fenómeno que desafiaba al raciocinio del más escéptico.
Lo que sí debe haber quedado muy claro es que brujería o no, lo ocurrido sirvió para que a ningún integrante de este grupo familiar, se le dijera "brujo" nunca, pero nunca más.

//alex


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