La maldición de Campanilla. Otros cuentos


La maldición de Campanilla

Autor: Fernando Codina Rodríguez

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Cuento publicado el 15 de Mayo de 2011


Aquella vez, no pude salvarla...

¡Ellos eran tantos, y tan pocas mis espadas! ¿De qué sirve jurar fidelidad eterna... si me la puede robar la muerte... una vez más? Y dejó de respirar, entre mis brazos, y yo, bañado por su sangre, solo deseaba morir, con ella...¿Quién iba a pensar aquello, de ella? ¿Quién iba a suponer que un hada, mi hada, Campanilla, sería así?


Jamás comprendí sus inten-ciones, nunca le di importancia a sus besos, a sus cosquillas, sus caricias, ni a las veces que la sorprendía durmiendo sobre mi cuerpo, en zonas donde las hadas no se aventuran... Pues una cosa es cierta: por mucho que seamos los "niños perdidos"... seguimos teniendo la misma edad, cuando nos traen o llegamos al País de Nunca Jamás... y durante todo el tiempo que permanezcamos allí... La misma edad, casi siempre los mismos compañeros de juegos (salvo en las ocasiones en que nos lanzábamos en guerra contra los indios... sobre todo contra algunas de las indias, especialmente bellas...).

Hasta que llegó Wendy, con sus hermanos, todo era más o menos lógico y más o menos "normal"... hasta el punto en que puede serlo un grupo de adolescentes y de pre-adolescentes... con sus deseos... sus necesidades... sus inquietudes... y sus maneras de aliviar las necesidades de Mamá Naturaleza... Los más pequeños no se enteraban de nada, ¿para qué iban a seguirnos a ciertas reuniones con los indios, sobre la cálida arena de la playa? Que el sexo no es sucio, ni malo, señores míos... Sobre todo, cuando lo vives como algo normal...

De las tendencias del Capitán Garfio, no es necesario hablar: siempre fue bastante "gay", y en la intimidad de su camarote, disfrutaba poniéndose un "tutú" rosa, las zapatillas de ballet, y practicando extraños numeritos con el cocinero (negro, para más señas)... Las peleas, por supuesto, no eran más que una excusa, para desfogarnos... ¿Nadie se da cuenta de lo amargo que es ser siempre un eterno adolescente?

Pero claro, esa estabilidad se terminó en cuanto entró en escena Wendy... ¿Cómo puedo explicaros la impresión que causó en todos nosotros, aquella noche? Quizás fue culpa mía, jamás tendría que haberme llevado a la isla a una adolescente tan atractiva, tan mágica, tan... no sé... tan Wendy... La perfecta combinación de una capacidad de confiar en los demás infinita, una casi total ausencia de malicia... y el cuerpo más hermoso que yo había visto en toda mi vida... ¡Qué poco podía imaginar hasta qué punto nuestra existencia se trastornaría, por su culpa!

Insisto, había mujeres en la isla, las indias, todas del estilo "Pocahontas" (poco pecho, pocas caderas, muy complicadas de persuadir para que llegasen hasta el final, aunque no había riesgo de embarazo)... y tampoco éramos tantos los piratas, los niños perdidos, ni los indios, en condiciones de procrear... Pero con Wendy... incluso robarle un beso se convertía en una operación militar.. ¿Que si me enamoré de ella? Por supuesto, a pesar de mi breve aventura con "Wingapooh"? Además, llevaba décadas atrapado en el cuerpo de un adolescente de diecisiete años, pero mis necesidades evolucionaban... incluso intenté liarme con una sirena...


Wendy... la dulce, curvilínea y hermosa Wendy... Un sueño húmedo convertido en realidad, fue la que trajo la desgracia y la muerte al País de Nunca Jamás... Por ella, comenzó la Primera Guerra con los Indios... ¿Y qué íbamos a hacer nosotros, un grupo de niñatos con tirachinas, palos, piedras, un par de boleadoras, varias cerbatanas, y una ingente cantidad de pañales manchados de mierda? Pues nos aliamos con los piratas, masacramos a los indios varones, nos quedamos con todas las indias más o menos guapas, y matamos al resto... La mitad de las supervivientes se quedó con nosotros, la otra mitad con los piratas, y durante varios años tuvimos paz...

Por supuesto, no contábamos con Campanilla... Ni con que deseara ser humana, y no solo eso, deseable, para estar conmigo... ¿Y yo qué culpa tenía de sus lúbricos deseos?¿Acaso pretendía ser como Julia Roberts? Desesperada, acudió a Úrsula, la bruja mala de "La Sirenita" (con quien tuve una aventura antes de que le crecieran las piernas), y a cambio de su capacidad de volar, la convirtió en humana, pero también le robó la voz (lo que en su caso no importaba mucho...). Como siempre, disponía de tres jornadas para hacer el amor conmigo... Pero yo, a pesar de su atractivo, de su inocencia, lo que realmente deseaba era... acostarme con Wendy... Y lo logré... sin darme cuenta de que Campanilla nos miraba desde los arbustos... Despechada, se marchó al campamento de los piratas, sedujo al Capitán Garfio y a su segundo de a bordo, y con la promesa de entregarse a ellos, les hizo declararnos la guerra... de nuevo... pero esta vez, no quedaba nadie para defender a los Niños Perdidos... Uno tras otro, fueron cayendo, desventrados, decapitados, pisoteados, lanzados a los tiburones...

Ya solo quedamos Wendy y yo... Mi dulce y hermosa Wendy, estaba a punto de ser devorada por los tiburones, los piratas la rodeaban por todas partes... Y Campanilla, saboreando su triunfo, habiendo satisfecho sus ansias de sexo con la mitad de la tripulación de los piratas, estaba allí, satisfecha, de pié junto al palo mayor... Aterricé a su lado, fingiendo que deseaba darle un beso, que la comprendía, que la quería, que la amaba incluso... antes de apuñalarla dos veces en el corazón... Sus enormes ojos verdes se abrieron por la sorpresa... quiero pensar que se arrepintió antes de morir... pero tampoco me importaba mucho... Su cuerpo fue menguando rápidamente... dejó de respirar... y la tiré por la borda...

Pero no contaba con el cocinero, celoso por los ojitos tiernos que el Capitán Garfio le ponía a Wendy... Por eso, aprovechando un momento en el que yo no podía cubrirla con mi cuerpo ni con mis dos espadas (que el puñal sirve de muy poco contra los piratas) Sambo, el amante de garfio, la apuñaló con saña... en el corazón y en el pecho... Wendy, mi dulce y amada Wendy, se desplomó en el suelo, a mis pies... De un certero sablazo, decapité a Sambo...

Cayó sobre la cubierta sin un grito, y yo me lancé sobre ella, como si pudiera protegerla con mi cuerpo de la misma Muerte... Y aquí estoy, llorando, a su lado, mientras su sangre empapa mi ropa... Y no me importa nada lo que pase conmigo... que hagan lo que quieran los piratas... salvo ellos, y las indias esclavas, ya no queda nadie en el País de Nunca Jamás...


Que yo moriré al lado de mi amor... de Wendy...


//alex


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