El Noveno. Cuentos cortos románticos


El Noveno

Autor: Hamilton Batista

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Cuento publicado el 13 de Enero de 2012



Ella tenía catorces años y ochos meses, cuando se me acerca para consultarme y redactarme con entusiasmo sobre su primer novio. Y mientras mi hija me cuenta y me preguntaba si este novio era como su padre cuando andaba de novio conmigo y si era el que la llevaría al altar y muchas otras cosas mas, como esperando de mi una aprobación o un consejo, yo me transportaba al pasado y unas lagrimas brotaban de mis ojos. Mis recuerdos se trasportaron al presente y mi hija callo y solamente me abrazaba y besaba. Cuando pude contener mis lagrimas comencé a narrarle la siguiente historia y el motivo de mí lagrima a mi hija.
Resulta que cuando yo tenía siete años, mi madre padecía de leucemia, mi padre y yo ya estábamos mentalmente preparado para la separación y partida de mi madre. Recuerdo una tarde cuando mi padre queriendo abarcar todos los quehaceres de la casa, ya que mi madre estaba muy débil sentada en el fondo del patio debajo de palmar de coco, corrí hacia ella a contarle que mi papá no sabía cocinar y que se le pasó de nuevo la carne en el horno. Mi madre me dice que me siente sobre sus piernas y dulcemente me dice que tuvieras fe en mi padre, que él era un buen estudiante y que antes que ella nos dejara para irse con Papa-Dios mi padre iba aprender muy bien a cocinar y todas las cosas del hogar, porque yo era lo más importante que él tenía. Y continuó preparándome para la vida que nos esperaba sin ella. De las cosas que ella, mi madre, me enseñó esa ultima tarde que vivió, fue esta la que le voy a detallar las que me hicieron brotar las lagrimas de mis ojos hoy.
Mi madre tomó mi cuaderno de dibujo y comienza a trazar mi línea de vida y a la misma vez a explicarme y me decía, ahora tú tienes sietes años, cuando tengas onces estará en la intermedia y a los catorces entrará a la secundaria. Allí conocerás tu primer novio y en cada grado de la secundaria tú tendrás un novio diferente, porque es necesario acumular experiencia. Antes de entrar a la universidad date un viaje por Europa que es un lugar ideal para el romanticismo y darte esa oportunidad de tener un romance en ese continente, es una bella experiencia. No gaste mas de medio año sin volver a estudiar. Cuando estés en la universidad estudiando leyes, porque yo sé que para abogada es que tú eres buena, no tengas mas de dos novios, porque en los años universitarios hay que disfrutarlos a los novios por un periodo mas largo que los de la escuela. El octavo lo tendrás después de comenzar a trabajar, pero nunca escoja un compañero de trabajo porque te interrumpirá y afectara tu vida laboral. El noveno, ese es el que iras al altar contigo y formará una familia como la de tu papá, tú y yo. Conocerás al noveno cuando lo beses porque el cielo se iluminará con fuegos artificiales como las navidades, sé que no me comprendes ahora pero cuando llegues el momento tú lo comprenderás.
Pasaron mis años de estudios. Ya estando yo graduada de leyes y con trabajo, entro y me siento en un café frente al parque Colón de la capital. Sentada allí entra Juan, un joven alto, de pelo castaño, ojos claros, sonrisa coqueta, intachable en la vestimenta y atrevido. Él ordena lo mismo que yo estaba comiendo y sin permiso se sienta en la misma mesa que estaba yo y me pone conversación de una forma muy respetuosa, pero con una chispa natural de coquetería, el cual estaba levantando en mi una inquietud y ansia de dejarlo que llegues hasta donde toda mujer sueña. Juan era un joven empresario, ambicioso y entusiasta. Me invita a cenar ese mismo día, el cual yo me rehusé, porque tenía de costumbre de todos los viernes cenar con mi papá y así se lo expliqué a él. Pero Juan sin pensarlo y espontáneamente se invita él mismo a cenar con mi padre y yo, no pude negarme, a la verdad ese detalle me conquistó. El tiempo compartido con mi padre y nosotros, Juan y yo, fue enriquecedor y Juan conquistó a mi padre también. Después de la cena nos fuimos a pasear por el malecón y con las brisas marinas, Juan y yo unimos nuestros labios y mientras más se estudiaban, nuestros labios, a los lejos pude visualizar unas luces como fuegos artificiales. Y de golpe interrumpí aquel tierno y romántico momento. Recordé lo del noveno que mi madre me describió, y eso no encajaba, porque hasta ese instante lo que mi madre me figuro en mi cuaderno de dibujo se había cumplido al pie de las letras. Pero Juan iba a ser el octavo y no encajaba. Y sin explicarle nada a él le dije que me llevara a mi apartamento y que era muy rápido todo aquello que había ocurrido y que no me llevara tan deprisa, que él me atraía bastante, pero que necesitaba tiempo para cuajar nuestra relación. Juan respectó mi actitud y siguió hasta las comas lo que le pedí, otro punto a su favor.
Ya sola en mi apartamento, me puse a pensar como encontrar el octavo y dejar a Juan para el noveno. Estaba desesperada, porque Juan era lo que cualquier mujer suele soñar y no podía perder aquella oportunidad. Entonces Javier vino a ser el cordero y la salvación en mi plan de desesperación.

Javier era el dueño del pequeño supermercado que yo solía hacer mis compras y que ya había cierta confianza entre nosotros. Él era moreno y guapo, pero nunca me despertó el deseo como hombre. Pero él varias veces como amigo me había invitado a ir a su campo y yo siempre rechacé tales invitaciones. Entonces al día siguiente me le acerque y le dije que estaba disponible el siguiente fin de semana para aceptar ir a conocer sus familiares y su tierra. Acordamos irnos el sábado de temprano. Durante el camino me pidió que fingiera que fuéramos novios, porque el no se podía presentar en esa coacción sin una novia. Yo claro acepté tal juego, me lo puso más fácil. Le pregunte que si la razón de aquella falsa era para esconder su homosexualidad, el cual él se sonríe, pero con firmeza me confesó que la verdad era que en el campo siempre lo hostigaban por su soledad desde que fue plantado en el altar por su ultima novia y esa era la razón por el cual el no había regresado para aquel lugar.
Llegando aquel poblado costero y montañoso, no pude ocultar mi pasmo antes tanta belleza de la naturaleza que le había regalado a esos pobladores. Sus gentes tan amables y sencillos me robaron inmediatamente mi corazón, me hicieron sentir en confianza. La hermana y el cuñado de Javier inmediatamente me ofrecieron una habitación y me introdujeron todos los pobladores del lugar, los cuales me recibían con los brazos abiertos, actos desconocido hasta entonces por mí, chica de ciudad. Hasta la ex novia de Javier me recibió entusiasmada. Los familiares de él y sus mejores amigos me cuestionaron como nos conocimos y muchas otras cosas mas, por suerte Javier y yo nos habíamos preparados bien durante el trayecto del viaje y yo tenía una respuesta para cada pregunta. Y mientras más me embullaba con tan lindas gentes mas valorizaba a Javier y al caer la noche ya estaba enamorada de aquel campo, de sus pobladores y de Javier. En la primera oportunidad de aquel día que Javier y yo estuvimos solos, nos conocimos y penetramos uno con el otro que me olvidé de Juan. Javier me roba un beso el cual le respondí tiernamente. Él, contrario a Juan, era de poco hablar pero de buen oído, escucho sin interrumpirme todo lo que mi boca reveló aquella noche. Las pocas palabras que él pronunció fueron para darme apoyo o para saber sobre mi familia. Cuando tocamos el tema de mi madre, le confesé que él era el octavo, en otras palabras que no se ilusionara con nuestro futuro. Él calló, me acarició tiernamente como diciéndome te comprendo, sigue el consejo de tu mamá y sé feliz, contrario a todas mis amistades incluyendo mi papá, que decían que lo de mi línea de vida era cosa de mi infancia. Aquel gesto tan tierno y maduro lo he cargado toda mi vida. Cuando volvíamos hacia la capital planeamos nuestro rompimiento para los pobladores del campo que supo robarme el corazón. Quedando libre de aquel octavo, Juan ocupo el noveno.
El noviazgo con Juan se cuajó y terminamos en casamiento pero nunca se me olvidará de Javier especialmente de la mirada del día de mi boda con Juan, ni tampoco la dedicatoria del regalo de boda que nos hizo, “Sé feliz, porque tu engendra felicidad y naciste para serlo.”
Es por esto hija mía que no quiero trazarte ninguna línea de vida y mis ojos se han humedecido.

//alex


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Últimos comentarios sobre este cuento

Fecha: 2012-01-14 17:57:09
Nombre: josé Acevedo
Comentario: Hay muchos plurales que no cuadran. Ejemplo: catorces años


Fecha: 2012-01-13 09:34:42
Nombre: Lucia Belen
Comentario: no es mala la historia, pero debió tener una segunda lectura, para corregir algunas cosas... a mi modesto entender...


Fecha: 2012-01-13 05:15:29
Nombre: José Miranda
Comentario: Lo siento;la mala ortografía y redacción me impidieron leerlo de principio a fin.