El niño feo
Autor: Jesús Pereira
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-¿Me amas...? (Respondió Plinio) ¿Y no quieres nada conmigo? Te parece que soy muy feo ¿verdad? ¡AdmÃtelo!
-Estás acomplejado, Plinio. No eres precisamente una belleza, pero tu alma es fina, eres noble y bueno. Eso es lo que vale.
Retórica. (Respondió el joven) Puras palabras. Pendejadas. Debes saber que yo fuà el niño más bello que existÃa en San Félix. Deslumbraba cuando mi madre me sacaba a pasear en mi cochecito. Pregúntale si quieres a cualquier persona mayor. Indaga, hace unos quince años, quién era el bebé más lindo del poblado. Tengo pruebas.
-Está bien, Plinio. Juro que te creo, pero uno cambia con los años ¿sabes?, y aunque ello no influye en mi negativa a ser tu novia, debes aceptar que eres actualmente el más feo de todos nuestros compañeros. Tengo pruebas.
-¡¿Y eso qué importa?! ¿No acabas de expresar que lo que vale es la bondad e inteligencia? ¿Qué culpa tengo de que haya sucedido aquel accidente?
Trina se quedó expectante. Nunca el chico habÃa dado a entender que habÃa sufrido algún terrible percance. La ingrata faz del muchacho se hacÃa menos áspera con los recuerdos. Casi agradable con el sufrimiento.
-¿Qué accidente? Nunca me hablaste de eso.
-¡Para qué! ¡Jamás te lo diré! El destino está escrito.
-Cuéntame chico. ¿No soy tu mejor amiga?
El rostro de Plinio se ensombreció aún más. Caviló 20 segundos, sacudió negativamente la cabeza y se tapó la cara con las manos.
Trina, picada gravemente en su naturaleza femenina de infinita curiosidad, pensó (te jodiste chamo, a mà no me vas a dejar estresada). Con voz entrecortada por la... ¿emoción?, ¿tristeza?, ¿frustración?, clamó.
-¡Anda Plinio! ¿Me vas a hacer llorar?.
El joven se limpió unas presuntas lágrimas, ensayó su cara más patética y comenzó su historia.
-Han transcurrido casi exactamente 16 años.
Otros 20 segundos de mutuo silencio.
-Si no fuera por el escándalo que se produjo en el pueblo, el cual todavÃa perdura, tal vez no me acordarÃa de nada, pero los relatos y supercherÃas que aún se cuentan. me hacen recordar el hecho como si hubiese acontecido ayer.
Trina se acercó mimosa al rostro de su amigo y curiosamente ya no lo vió tan repulsivo. No tenÃa cicatrices ni rastros de traumatismos, quemaduras ni patologÃas. Nada. Era feo de nacimiento.
Plinio no era malo en el sentido tradicional del término. Sin embargo, su problema sicológico lo obligaba a ser, quizás demasiado pragmático. Se incluÃa en el trÃo más destacado del curso. talentoso en sentido total, era el mejor atleta y su presencia en los eventos importantes de la universidad era obligatorio. Nadie se lo explicaba pero el tipo siempre lograba sus propósitos, generalmente (aunque no siempre) en buena lid. AsÃ, nadie entendÃa cómo Trina, una auténtica princesa se habÃa convertido en su mejor amiga. Era su mejor amiga... pero hasta allÃ. De aquello... nada. Ni siquiera un casto beso en la mejilla le habÃa propiciado.
El atormentado cerebro del chico ya estaba conspirando. Por las buenas, la beldad tendrÃa que corresponder a su pasión explosiva. Dejó el problema a su computadora mental, infinitamente eficaz.
La cercanÃa de la bella lo enloquecÃa. La soledad del entorno contribuÃa a tejer arabescos fantásticos en la brillante psiquis y él sabÃa que al procesar cualquier problema o plan, de ahà salÃa desbastado, pulido y esencialmente solucionado.
TenÃan al frente el infinito Mar de las Antillas. A derecha e izquierda, la playa desierta hasta el horizonte. Detrás, el desfiladero con sus dólmenes y menhires naturales, cómplices de las más altas y bajas pasiones.
-¿Qué estás pensando, cariño?
La voz de Trina lo volvió a la realidad, pero pensó (¿Cariño?... Vaya, por lo que veo, la curiosidad es la madre de la pasión)
-Estoy acomodando los acontecimientos para contarte el episodio, La cosa fué asÃ. Como ya te dije, era yo, sin lugar a dudas, el niño más bonito del pueblo. Tengo pruebas. Estas mechas ralas y rebeldes era una melena rubia y dócil. Mis ojos eran azules como los de un ángel. Mi tez, rosada y tersa parecÃa un melocotón maduro. ¿Mi nariz?, nada que ver con esta pata·e gato aplastada y torcida. Estos dientes, separados e irrecuperables, eran un rosario de perlas margariteñas, perfectos y graciosos (y concluyó con este verso) Hasta ese momento, en fin/ como un rayito de luna/ era yo, sin duda alguna/ un perfecto querubÃn.
-¡Te salió la vena poética! (dijo la muchacha) y se acercó un poco más.
Como señal premonitoria, la luna, fémina al fin, asomó tÃmidamente su borde superior en el horizonte. Por supuesto, no querÃa perderse el bizarro desenlace.
-¿Qué pasó? ¡Qué pasó! gimió Trina, mientras las sombras de la noche diluÃan la repulsión de aquel rostro torturado, bueno, taimado y pÃcaro.
-Mi madre me llevó al parque, (continuó Plinio), Era una tarde preciosa del mes de septiembre. Dormido en mi cochecito azul, mi vieja lo estacionó donde está la fuente ¿sabes?, al lado de los bancos y bajo la gigantesca sarrapia. En ese sitio colocaban todos los carritos infantiles, azules para los varones, rosados para las hembritas, mientras las madres parloteaban sentadas en los bancos.
Excitada por la inminente confesión del secreto terrible, Trina acariciaba conmovida el áspero pecho masculino y permitÃa ya la reciprocidad del muchacho,quien deliberadamente mojaba con sus lágrimas el busto virginal.
-¡Qué pasó! ¿Qué pasó? (Exclamó la chica)
Vámonos, (dijo Plinio), se hace tarde. Mañana te cuento. Y se levantó de un salto.
-¿Estás loco? ¡Ven acá!
La luna, orgullosa de su género se dijo: (Asà somos nosotras las féminas. Siempre imponemos nuestro criterio)
Y Trina pensó (que se cree éste que se saldrá con la suya. O conozco el secreto o dejo de llamarme Trina). Atrapó a Plinio por el cinturón y lo obligó a caer de rodillas en la arena terminando suavemente encima de la bella. Al borde del llanto y reticente, el joven se acurrucó nuevamente al lado de la chica, contemplando arrobado los senos impolutos a la luz de la luna.
-¡Vamos! ¿Qué pasó esa tarde, mi amor?
(¡Su amor!,Primera vez que escuchaba esa mágica expresión)
La pasión de Plinio, casi desbordante, fué nuevamente reprimida. Era el fruto prohibido. La reina de las fiestas patronales del poblado. El manjar codiciado por los notables de la comunidad, otro ejemplo de la diversidad racial del paÃs, mezcla de indÃgenas, negros y europeos.
Siguió el relato.
-En el sitio vivÃa una mujer misteriosa, la "Negra Hamilton". Misteriosa ella, crÃptica en sus relaciones y misterioso el bebé que parió. Un niño monstruoso. La Negra Hamilton entraba y salÃa del pueblo frecuentemente. Era de orÃgen isleño y probablemente de esas islas del Caribe era el demonio que la preñó. Aconteció que en aquella nefasta tarde llevó a su hijo en su cochecito al parque. Justamente donde estábamos mi madre y yo. Acomodó el carrito azul con su bebé dentro ¡al lado del mÃo! ¡Desgraciada! De inmediato se incorporó a la tertulia general de las mujeres.
El corazón de Trina saltaba de emoción. La noche habÃa entrado. La luna, acostumbrada a esas cosas alrededor del mundo, se ocultó en las nubes, respetuosa del momento Ãntimo de los jóvenes. Trina, motivada por la tristeza del muchacho, solidaria con su desgracia, mojada por sus lágrimas entregó su corazon a él. También su mente y su cuerpo.
Un minuto después, jadeantes y exultantes, la chica, satisfecha de su capacidad amatoria y, sobre todo, de su talento para arrancar secretos a las almas masculinas, emplazó al mozo.
-Ahora sÃ. Cuéntamelo todo. ¡Todo!
-Presta atención, pues. Mucha atención.
-La bruja esa, cuando se fué, cambió los coches. Me llevó en mi carrito con ella y dejó el otro con el niño feo. Desapareció del pueblo y quién sabe dónde ando yo ahora por el mundo. Esto que ves ahora es el niño horrible que la bruja abandonó en el parque. ¡Desgraciada!
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Últimos comentarios sobre este cuento
Nombre: Cèsar Muñoz
Comentario: MI CORREO PARA LOS AMIGOS QUE ME LO HAN SOLICITADO:
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TODOS HAN SIDO -Y SERÀN- CONTESTADOS. Gracias.
Fecha: 2012-08-04 10:39:00
Nombre: Cèsar Muñoz
Comentario: ¿A què se debe que haya TANTOS "comentarios" que se quedan en blanco, sin expresar la idea? ¿Quièn me lo puede explicar, por favor? Gracias.
Fecha: 2011-10-21 18:40:17
Nombre: Cèsar Muñoz
Comentario: PARA SERGIO21MANUEL Y LOS DEMÀS AMIGOS QUE ME HAN ESCRITO. Pueden leer todos mis cuentos en este mismo portal bajo los seudònimos de:---Cèsar Muñoz---aabad62---Xuxo-Pereira---Jesùs Pereira.
Gracias por los conceptos. Respondo todos los email recibidos.
Fecha: 2010-11-24 23:14:10
Nombre: Manuel Ibarra
Comentario: Felicitaciones amigo Jesús, excelente la trama del cuento, considero en mi opinión que debe ir en cuentos fantasticos.
Fecha: 2010-11-19 03:13:19
Nombre: Abraham Saúl
Comentario: No se si era la idea, pero me resultó muy divertido. DeberÃa ir en cuentos de humor. Mis felicitaciones al autor, muy bien llevado el relato y muy atrayente...